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SUFRIDA MARATÓN DE ARMANDO VERDE EN PARÍS

Cada kilómetro se convierte en una eternidad y a medida que me internaba el el bosque de Boulogne, el dolor ya era en toda la pierna y se hacía insoportable...

Cada kilómetro se convierte en una eternidad y a medida que me internaba el el bosque de Boulogne, el dolor ya era en toda la pierna y se hacía insoportable...

Fecha: 14 de Abril de 2015

Fuente: Armando Verde

Siete años después de mi conversión en "ave fénix" aquí estaba, a por mi séptimo maratón dispuesto a cerrar un ciclo para comenzar otro.

Cuando desperté la mañana del domingo 12, todavía no tenía claro si llegaría tomar la salida o si tendría que abandonar el el km 1 por la lesión en el tendón de aquiles que arrastro desde hace dos meses. Asi que ignorando lo que me ordenaba la lógica, me guié por el corazón por lo que decidí llegar al menos al km 27 donde me esperaría mi mujer Amagoia Rodriguez y donde si fuese necesario me retiraría de la carrera.

A la 8:45 partíamos del primer cajón 1.500 atletas ( entre elite y preferentes) con marcas acreditadas de menos de 3 horas, corriendo todos por debajo de 3' 50" el km menos yo, que no podía correr a menos 6' el km, siendo el último de mi grupo y corriendo en solitario toda la avenida de los campos Elíseos. Tras de mí, 53.000 atletas que poco a poco me irían alcanzando a medida que me acercaba a la plaza de la concordia abarrotada de gente animando y gritando mi nombre...

Por toda la calle dirección a la plaza de la Bastilla, todo era una fiesta, actuaciones de animadoras, grupos de música, tamborradas, que retumbaban en todo el asfalto y al llegar a la plaza, miles de personas aplaudiendo bajo el sonido de trompetas que hicieron trasladarme a otras épocas, de cuando las tropas de Napoleón entraban triunfantes en Paris después de ganar lejanas batallas.

Km 10, Chateu de Vincennes, ya el pie me provocaba más que molestias pero no por ello impidieron que siguiese disfrutando del espectáculo...


Antes de km 25 ya se podían oír las campañas de la catedral de Notre-Dame y tal era la cantidad de público que se llegaron a formar estrechos pasillos donde los niños extendías las manos para tocar las mías al mismo tiempo que decían mi nombre y palabras de ánimo. Después, pasé por debajo del Louvre entrando en un larguísimo túnel donde la música, luces e imágenes de la Gioconda y de la Venus de Milo te guiaban hasta el final del mismo... ahí, a veces caminaba, a veces trotaba...


En el km 27 el tendón dijo basta, me senté en el asfalto y me saqué la zapatilla con la intención de abandonar, pero al ver el rostro de mi amada nuevas fuerzas me impulsaron a seguir adelante.Tras un beso, me calcé la zapatilla, ajuste la tobillera y me eche a correr sabiendo que a partir del km 30 (situado en la torre Eiffel) tocaba sufrir y mucho, más de lo que había soportado en la maratón de Lisboa o cualquier otro, aún más estando lesionado.


En ese punto es donde comienza la carrera, es a partir de ahí donde habita el auténtico espíritu de la maratón...


Cada kilómetro se convierte en una eternidad y a medida que me internaba el el bosque de Boulogne, el dolor ya era en toda la pierna y se hacía insoportable, entonces pensaba en las personas que habían apadrinado los kilómetros, en las que había conocido en la plataforma y sus duras vivencias, me decía a mi mismo .- "Armando, esto no es nada en comparación con lo que ellos están pasando, vamos a por un kilómetro más... Este kilómetro va por Eugenio, este por Maika, este por José Antonio, esté por Vicente, Carmen, Rita, Marta, Jesús, Concha, Lute, Miñones, Xulia, Jota, Leti, Javi, Quique, Ana, etc..." Por todos y cada uno de ellos...


Ya había pasado el km 36 y malamente podía caminar pero sentía la fuerza de todas esas personas empujando, un kilómetro tras otro hasta salir del bosque y ver al público de nuevo en el km 40, formando un pasillo y gritando.- COURAGE ARMANDO !! ... SEULEMET 2 KM... SEULEMT 1 KM... EST JUSTE LÁ... 300 METRÉS!!


La emoción incontenible brotaba por mis ojos y por cada poro de mi piel... Y al llegar a esa recta de 195 metros, ver el arco del triunfo al fondo, la alfombra verde, la línea blanca donde marcaba los 42,195, la meta... Y comencé a llorar como un niño, ya no oía los aplausos ni sentía el dolor, tan sólo sentía una enorme sensación de FELICIDAD.

Uno de los jueces vino a estrecharme la mano y felicitarme por enorme coraje y valentía que acababa de demostrar ya que sabía por mi número de dorsal, que tendría que haber llegado hace 2 horas 30 con los de mi grupo o haberme retirado... Le dije, mostrando el dorsal de la plataforma, que hoy no corría sólo.

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