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Eva González del Socorro

Periodista

Reflexiones en la cuesta de enero

Estoy escribiendo desde mi área de confort, sentada en un sofá, con mantita y con el sol de la tarde entrando por la ventana de nuestro salón...

Estoy escribiendo desde mi área de confort, sentada en un sofá, con mantita y con el sol de la tarde entrando por la ventana de nuestro salón...

Fecha: 28 de Enero de 2023

Fuente: Relatos cortos de Eva.

A veces me acuerdo de la peseta. Daba para mucho. Desde que formamos parte de la comunidad europea de naciones, vamos sabiendo lo que nos cuesta. Y vaya si nos cuesta……!!

En estos momentos estamos a punto de entregar tanques Leopard 2 a Ucrania para que pueda defenderse ante Rusia.

Estoy escribiendo desde mi área de confort, sentada en un sofá, con mantita y con el sol de la tarde entrando por la ventana de nuestro salón, por donde penetra la luz y puede verse el monte Aloya de Tui rodeado del paisaje verde y ocre de este invierno.

Pienso que pocas personas de Ucrania pueden sentir un bienestar semejante al mío….y he rezado para que la guerra se acabe.

Sí, lo hago desde nuestro piso, donde predomina ese bienestar, que es casi un pecado. Los años van pasando y a lo largo del tiempo estuve al corriente de estos sucesos que escalofrian y que obligan a uno a tomar partido, siempre con riesgo de equivocarse.

En el caso de esta guerra, retransmitida casi en directo durante 11 meses, somos testigos de cómo el ansia de poder y de reunificación de una imposible URSS es el motivo principal que lleva al señor Putin a lanzarse con sus fuerzas militares y con sus amenazas nucleares. Desde mi sofá, en Tui, mi imaginación lo ve midiendo los días, momentos, horas más propicios para destruir poblaciones ucranianas, casas de vecinos, edificios, hasta un colegio…..

Hace meses escribí una carta a este señor. No creo que la haya recibido.

Tampoco hace falta. Ya se le ha dicho casi todo lo necesario y la prudencia deja siempre una puerta abierta para la negociación, si es que realmente existe voluntad de ello.

La placidez de Tui me acompaña día tras día. A veces se rompe por algún imprevisto. Por ejemplo, el giro del núcleo de la Tierra, que va más despacio de lo habitual. Recuerdo que hace tiempo ya se lo contaba a ustedes, no es nada nuevo, aunque hoy se le haya dado más espacio en los telediarios. Eso lo tomamos como una curiosidad que, esperemos, no repercuta absolutamente en nada de nuestra vida diaria. Ocurre cada 70 años.

Yo he cumplido ya los 73 y, como es de suponer, no tuve conocimiento de cómo ocurrió la última vez.

Me pasan cosas geniales, como recibir por escrito testimonio de que una persona cercana me quiere desde que era pequeña. Son tesoros como este los que hacen que el corazón se acelere y después me cueste conciliar el sueño, pero vale la pena.

Otros momentos especiales se vivieron durante el almuerzo organizado por la Asociación de Enfermos de Parkinson, en el restaurante La de Manu, en Tui. Allí palpamos la buena sintonía y cordialidad que predomina en el grupo, incluidos familiares. Todos sabemos la relevancia que ejerce en la salud de nuestros enfermos la asistencia a los talleres que organiza el altruista y eficaz colectivo. Les estimulan y cambian su rutina diaria gracias al dinamismo y profesionalidad de las monitoras. El cuidado de la familia y la voluntad del paciente, hacen el resto.

He tenido pérdidas recientes que me entristecen. La más cercana es la de don José Rodríguez Ubeira, párroco de Sobrada, con quien años atrás me encontraba en el popular y ancestral ritual del Lanzo da Crus. Él era quien portaba la cruz parroquial en barca para bendecir las aguas del Miño a fin de que la pesca fuese fructífera. Después llegaba a la orilla portuguesa para asistir a un acto religioso.

Personas de mayor edad y con más vínculo con el sacerdote me dicen que, entre otras funciones, don José fue Delegado de Enseñanza Religiosa de la diócesis de Tui-Vigo; una información que me pasa el estimado amigo tudense Carlos Fonterosa Pérez-Antón. Sigue entrando la luz por el ventanal de mi casa, por lo que aprovecho para continuar este relato dirigido a ustedes, amigos lectores de Infominho.

Pienso en estos momentos en cómo estará la playa de O Muíño de Camposancos, casi destruida por la acción de las aguas. Personas conocedoras de este entorno, depositan mucha culpa de ello a las obras de protección realizadas en la orilla portuguesa, que han derivado en este estropicio. Estropear un paraíso debería tener castigo.

Aquí rematan mis reflexiones de este mes. Saludos cordiales y gracias por leerme.

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