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Eva González del Socorro

Periodista

El armario de los recuerdos

Relatos cortos de Eva.

Foto de Alberto Estévez Piña, cedida por la familia.

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Fecha: 14 de Diciembre de 2021

Fuente: María Eva González del Socorro

No sé ustedes, pero en nuestra casa, cada objeto tiene  su propia historia,  uno más  antigua que otro.

 

Y si subo al trastero.....tengo que inhalar aire por las escaleras  antes de entrar, abrir la puerta y ver cosas que formaron parte de mi entorno, en el pasado.

 

A veces me emociono al pensar que sobreviví con matrícula de honor en  la asignatura de Ciencias Naturales, en Bachillerato. En el libro, antes de estrenarlo,  yo había escrito "Virgen santa, Virgen pura, haz que apruebe esta asignatura". Mi hermana hacía igual.

 

En estos momentos, si miro hacia una estantería  de la sala de nuestra casa, puedo ver como brilla un vaso de plata que lleva grabadas las iniciales  de "JG". Era el que usaba mi abuelo por parte de padre, Jesús  González Bermúdez de Castro, mientras estaba interno de niño en un colegio.

 

El pequeño objeto siempre permaneció en la familia. Cuando todavía  vivía mi abuela y yo era muy pequeña, me lo ponía entre las manos para que yo mordiese los bordes para así aliviar un poco el dolor de las encías antes de salir los dientes. Eso me explicaron.

 

Al cabo del tiempo y del fallecimiento  de casi toda mi familia de la generación anterior, el vaso sigue ahí. Su historia y procedencia la conocen mis hijos, se la explico  para que la memoria perdure y, de paso, con la excusa del vaso recuerden que tuvieron un bisabuelo que se llamaba Jesús.

 

Los 33 años y 7 meses que estuve trabajando en la Delegación  de Faro de Vigo, en Tui, primero en la Praza de San Fernando, enfrente de la catedral; después en la oficina de un primer piso que tiene vistas al Paseo da Corredoira, tuve como asiento un impresionante sillón giratorio que me trajo de regalo Alberto Estévez Piña, amigo nuestro desde casi siempre, ya fallecido.

 

Alberto o Albertito, como le llamamos en la intimidad, fue corresponsal de Faro de Vigo durante décadas. Su trabajo había sido muy distinto al mío y juntamente con su labor de corresponsal,  ejercía  como promotor vocacional de Tui. Estaba involucrado en la antigua Feria Internacional e Industrial de Tui. Como no, contribuyó a dar realce a las

Fiestas de San Telmo. Muy amigo de Carlos Dagá Escribano, también fallecido, ambos ponían en marcha imaginativas  propuestas que atraían mucho público a la ciudad. Alberto dejó una gran obra por publicar, la historia de un crimen cometido por "El Mosca",  hace más de un siglo en Tui, creo, un auténtico tesoro aderezado con misterio, intriga y datos sacados de la realidad.

 

Siguiendo el párrafo anterior, durante esas tres décadas me he sentado en la butaca de Alberto Estévez Piña. Lo he hecho con una mezcla de devoción y responsabilidad, con agradecimiento a este hombre que ha sido siempre generoso con los demás.  Falleció en el hospital, cuando vivía en su casa de Santo Domingo y disfrutaba de su jubilación  social, leyendo sus libros y contemplando  la  colección filatélica que le enamoraba. A su alrededor tuvo la preciosa familia formada por su hija Ángela, Gonzalo, su hijo Carlos y los nietos y nieta y demás  familiares, como Rosita,  que estuvieron  pendientes de él.

 

En la nueva normalidad, no llegué  a conversar con Alberto sobre los cambios que observamos. Me gustaría haber conocido la interpretación que le daba a todo esto el polifacético tudense, que siempre consiguió asombrarme.

 

Recorro con la mirada la sala de nuestra casa. Una campanilla de bronce, con forma de dama holandesa, ocupa una repisa del salón. Es otro recuerdo claro y diáfano de mi niñez. Si me portaba bien, me la dejaban un rato.  A mi me parecía una señora que iba a comprar fruta. Cuando estaba enferma  en cama (entonces nos metían en cama  cuando teníamos fiebre) me dejaban la campanita sobre la mesilla, para avisar cuando quería algo.

 

Han pasado tantos años y la campanita y el vaso de plata han sobrevivido y ahora forman parte del ambiente familiar para las nuevas generaciones, que tienen un mundo tan distinto y desafiante donde realizarse....

 

Dentro de una vitrina está a la vista parte de un juego de café antiguo. Es de porcelana, tan fina, que puede verse al trasluz.

 

Era de mi abuela y madrina Eva Pereira Renda. Nunca le pregunté cuándo se lo dio su madre ni llegué a saber quién había tomado  café en esas tazas tan frágiles. Eso revela el por qué  han sobrevivido tan pocas.

 

Un objeto que acostumbra a hacer gracia a quienes llegan por vez primera a casa, es el gong de estaño que ahora ocupa un rincón  de la vitrina  y que a principios del pasado siglo se colocaba sobre la mesa familiar de mis bisabuelos, en A Estrada, para pedir al servicio el segundo plato, o el postre.... Estas costumbres trasnochadas en aquella sociedad, han arrancado más  de un chiste y bromas a familiares  y amigos.

 

Por último, queridos usuarios de Infomiño,  desearles que vivan con ánimo apacible este tiempo. No dejen que la inquietud les amargue sus días, aprecien los pequeños placeres, la naturaleza que nos rodea, el cariño que recibimos  de los nuestros y el que nosotros  les demostramos.

 

 

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